Desde que nacemos estamos expuestos a experimentar cualquier tipo de pérdida, ya sea material, puesto de trabajo, amistades, parejas, entre otras, pero sin duda las que más calan y dejan huellas son las pérdidas de seres queridos. Si bien es algo que sabemos que puede ocurrir, nunca estamos preparados para ese momento.
Independiente del trauma o las circunstancias de muerte, para toda pérdida es necesario desarrollar un duelo o “trabajo de duelo”, que por lo general “toma desde seis meses a un año, ya que asumir una muerte no es un proceso espontáneo y no estamos preparados, por lo que tenemos que trabajar emocionalmente la situación”.
TODAS LAS PÉRDIDAS Y DUELOS SON DIFRENTES
Cada pérdida es distinta, como también lo será la forma en que reaccione la persona que la sufre. Sin embargo, todas causan gran impacto emocional, el que puede ser más o menos traumático. Si bien cada persona experimenta el duelo de manera diferente, hay algunas reacciones que son comunes, pero que van a variar dependiendo del vínculo con el fallecido, la personalidad del deudo, el tipo de muerte, el entorno en que se desarrollan los hechos, entre otras variables.
ETAPAS DEL DUELO
Por lo general se puede presentar una primera etapa de negación, en la que el paciente puede oscilar entre creer y no creer lo que está pasando, que piense que esto es un sueño, como si estuviera de viaje, como si la persona fuera a volver en algún momento.
También en el primer período, por lo general, hay un dolor emocional de la pérdida, que adquiere características físicas, es decir, a las personas les duele el cuerpo o presentan cuadros de angustia, con dolor en el pecho y en la garganta.
En esta primera etapa es importante contar con objetos del fallecido, tal vez que la pieza no se desarme, la ropa no se regale, sino que se conserven cosas de la persona que la representan, en términos de que está ausente, pero está presente con algunos elementos.
Luego, pasa a una etapa de ira en la que ocurren cuestionamientos y muchas veces hay una gran carga de frustración que se expresa en rabia, en algunas ocasiones, con otras personas o con “la vida”. La siguiente etapa sería la de la tristeza o depresión.
Finalmente, la aceptación es cuando la persona logra integrar la ausencia del fallecido y continúa desarrollándose en los diferentes ámbitos de su vida. “El proceso de duelo culmina cuando hay una adaptación a la realidad, donde la persona ya no está, y no es que ya no se necesite, sino que la persona deja de ocupar un lugar externo, para ocupar un lugar interno”.
LA IMPORTANCIA DE LA FAMILIA
En cuanto a la familia, lo ideal es que se mantenga unida para funcionar como una red de apoyo en relación a la situación que afecta a todos los integrantes por igual, independiente que haya unos que se sientan más involucrados que otros. Hay veces que cada familiar protege su posición «yo soy la señora» o «yo soy el hijo mayor», pero no hay distinciones, todos están implicados.
Es común que muchas de las personas consulten por ayuda psicológica, religiosa, un familiar que tenga una posición emocional especial y sienta que pueden conversar algo de lo que está viviendo.
En el trabajo de duelo con un especialista se va haciendo un proceso de separación y poco a poco el paciente va entiendo qué era esa persona, qué sentía con respecto a esa persona, qué rol o qué función cumplía esa persona en mi vida; es un trabajo en el que uno va separando, va ordenando, va distribuyendo las emociones.